1 de diciembre de 2010

Visita a las Bodegas de Villarroya de la Sierra

En pleno Sistema Ibérico, y en la ruta que une Calatayud con Soria se encuentra la roja (Roya) Villarroya de la Sierra. Divisando el Moncayo a lo lejos se encuentran viñedos de cerca de 90 años que los abuelos han mantenido para mayor gloria del buen vino de Garnacha, Provechón o Bobal o de un vino Macabeo blanco. Todo ello nos permite pensar que las modas de apostar por las variedades autóctonas bien adaptadas, suponen el fin de un sublime desconocimiento de lo que tenemos en nuestro patrimonio vitícola.

Así que el 27 de noviembre marchamos a los viñedos de esta localidad que llegan hasta los 900 metros de altitud y que se conservan con una elegancia inusual. Los vinos de uvas de altura por estos lares, no son casualidad. Son moneda común en todas las zonas de un país como España, del que un 70% de su geografía es montañosa. Los suelos que vimos tenían la consabida piedra caliza, tan típica de nuestros viñedos, de consistencia franco arenosa si bien se adivinaban arcillas que impregnaban algunos macizos y subsuelo.
El frío que se delataba en la bodega de la Cooperativa de Villaroya de la Sierra, en forma de pañuelos soplamocos era el reflejo de lo que en el campo era un clima de parada vegetativa, que permitía que varios viticultores estuvieran realizando las tareas de poda.
Por lo demás lamentaciones por haberse arrancados campos de vides extraordinarias ante la parsimonia de unas administraciones que se niegan a ver en los viejos viñedos un patrimonio cultural de primer orden.
En la bodega vimos el sistema tradicional del sistema cooperativo, que tenía unos bien asentados depósitos de hormigón, en los que se producen los vinos tintos de Cruz de Piedra, Albada y el Capricho, normalmente pasadas por barrica hasta convertirlos en crianzas y reservas. Y en Blancos el sorpresivo Albada Blanco 100% de uva Macabeo de más de 30 años.
Tras la degustación y consabida compra de vinos acompañada de productos de repostería de la panadería del pueblo nos fuimos a comer al Restaurante El Ciervo en Cervera de la Cañada. Allá pasaron ricas viandas entre las que resaltamos un afamado bacalao.
Buenos rincones estos el sistema Ibérico, cercanos a la tierra del bilbilitano Marcial que de vinos de su tierra sabía y conocía, tal como nos mostró en sus famosos epigramas.

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